Un estudio realizado por la Universidad de Duke ha servido para determinar la existencia de ácido nucleico en los glóbulos rojos, con los que se puede saber cómo de nueva es la sangre
El dopaje sigue siendo una de las grandes lacras del deporte del siglo XXI. En un mundo cada vez más competitivo, el tramposo siempre es el encargado de ‘innovar’ y tratar de encontrar vías más adelantadas que los procedimientos de detección para seguir engañando, ante lo que incluso la ciencia ha decidido actuar… a través del ARN.
Un estudio realizado por varios científicos de la Universidad de Duke ha confirmado que los glóbulos rojos contienen ácidos nucleicos, en concreto ARN. Históricamente, siempre se ha creído que estas células sanguíneas no contaban con este tipo de material, esencialmente porque no cuentan con núcleo. Sin embargo, las últimas investigaciones han confirmado que sí que lo tienen, en concreto unas pequeñas piezas denominadas microARN.
Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con el dopaje? Muy sencillo: en la actualidad, muchos deportistas evitan tomar sustancias prohibidas por miedo a su detección, por lo que suelen utilizar una técnica denominada transfusión autóloga de sangre. Lo que hacen es someter su cuerpo a condiciones extremas, para que su sangre genere una mayor cantidad de glóbulos rojos, que posteriormente es extraída. Justo antes de una competición, vuelve a ser inyectada para mejorar la respuesta muscular.
El glóbulo rojo es el encargado de transportar el oxígeno, elemento fundamental para que el músculo trabaje mejor y a mayor volumen de exigencia, por lo que una mayor presencia de estas células en nuestra sangre permite que el rendimiento deportivo mejore. Sin embargo, los controles antidopaje actuales no terminan de determinar hasta qué punto se ha producido esta situación, salvo que se encuentre algún resto plástico en la sangre o que cambien los niveles del deportista.
Actualmente, el mejor método de detección que utiliza la Agencia Mundial Antidopaje es el ‘Pasaporte del Atleta’. Con él, se controlan los niveles de sangre y su composición antes y durante la competición, pero no permite saber la ‘antigüedad’ de un glóbulo rojo. Ahora, gracias a la detección del microARN en estas células, sí se podrá saber si la sangre analizada no solo está en la cantidad debida, sino también si es nueva o es antigua, lo que indicaría que se ha producido una transfusión.
Los expertos aseguran que el ciclo vital útil de la sangre es de 42 días, y entienden que transfundir un plasma que supere estas fechas podría provocar daños en el receptor por culpa de sus procesos bioquímicos. El equipo de la Universidad de Duke ha llevado a cabo ocho análisis en ese periodo de tiempo de una serie de muestras tomadas en decenas de voluntarios, confirmando que el microARN con el que cuenta varía significativamente dependiendo de su ‘edad’.
Dos de los tipos de microARN detectados creció en número durante las pruebas, mientras que los otros dos disminuyeron de manera clara, lo que confirma que el análisis es capaz de determinar si la sangre es ‘natural’ -y el ARN es reciente- o proviene de una transfusión autóloga de sangre -y, por tanto, el ARN es antiguo-. A partir de ahora, los tramposos lo tendrán más difícil: controles más exhaustivos en busca de la limpieza más absoluta en el deporte.